miércoles, 5 de octubre de 2011

Orto cultura

"De los cuarenta para arriba, no te mojes la barriga", decían. " A partir de los cuarenta hay que revisarse la próstata", amenazaban. Y llegados a esa edad uno empieza a preocuparse.

Total, que de vuelta al parque temático a visitar al urólogo. Esta vez, bien tranquilo, pues se suponía que era una primera cita, una toma de contacto y además era pura rutina, no tenía nada. Además, me habían asegurado, hoy en día ya no se hace la inspección a base de dedo; Utilizan ecógrafos. Aún así, siguiendo los consejos de mi abuela, cuando aún recordaba ser mi abuela, llevé los calzoncillos limpios por si acaso.

En la sala de espera el único de cuarenta era yo. Los demás me doblaban la edad. ¿A que me la han metido doblada?. Y eso que aún no podía alcanzar a imaginar cuán certero podía llegar a ser ese pensamiento.
Ya dentro, tras una breve salutación y una comprobación en el ordenador de mi última analítica de sangre (eso que salimos ganando), me indica que pase detrás del biombo y me baje los pantalones y... los calzoncillos. No puede ser. Si yo estoy bien.¿Y la ecografía?.

La enfermera me acompaña por si no sé hacerlo yo solito y me dejan echado boca arriba con los pantalones y los calzoncillos por los tobillos. Salir corriendo ya no puedo. Mi hermano lo logró una vez, de pequeño, al ver la punzante aguja de la jeringuilla de su vacuna, pero a la velocidad punta del pingüino no se llega muy lejos. El alcanzó la sala de espera para hilaridad de los allí presentes pero no estaba yo muy seguro de la conveniencia de semejante plan a mi edad.

El urólogo se pone un guante de látex. Mala señal. Y me empieza a apretar mis partes con desprecio, como si él no tuviese lo mismo y no supiese lo que duele. Cuando ya parecía que todo se iba a quedar en eso se unta el dedo corazón en vaselina...

Y empiezo a dar gracias a Dios porque, en esta época de crisis en algún momento nos quitarán la vaselina y la sustituiran por el palo entre los dientes. De momento aún queda. Y por si ya parecía poco humillante estar tumbado con los calzoncillos por los tobillos, ahora se me pide que eleve y flexione las piernas. Como si hubieses estado cagando en lo alto de un abedul y te hubieses caído de espaldas. Y entonces llega el momento temido. Sin palabras cariñosas, sin besos... en la primera cita. Te sientes fácil y sucio.

Ya sin el ánimo con el que entré me dice que la próstata se revisa a partir de los cincuenta a no ser que se tengan antecedentes de cáncer de próstata en la familia... ¡Hijosdeputa!. ¿Quién expandió la leyenda urbana de los cuarenta?. Encima se pensará que he venido por gusto. Y salgo derrotado. Y miro a los hombres de la sala de espera... pero ya con otros ojos.

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