lunes, 8 de octubre de 2012

Vuelva usted mañana

Mariano José de Larra, alias Fígaro, que ha sido siempre mi ensayista preferido, ya retrató la pereza de la burocracia española con este título que yo adopto a mi anécdota.

En una Dirección General del Estado, del que me acuerdo pero prefiero omitir que luego todo se sabe, tenía yo que entregar una documentación para conseguir un título oficial. Este a su vez necesitaba de uno anterior expedido por la misma Dirección General. Mi sorpresa empezó cuando entre los requisitos se encontraba la compulsación del título anterior. Seguro de que había un error fui con todo menos con eso.

"Está todo menos la compulsa del título tal",-me dijo el funcionario.
"Pero no puede ser que me queráis sacar X euros por la compulsa de un título que habéis expedido vosotros y que con meter mi DNI en vuestra base de datos podéis corroborar",-respondí contrariado.
"Mira, aunque creo que tienes razón",- comenzó a relatarme confidencialmente "soy el último mono de la fila y no voy a ser yo el que rompa una pica en Flandes, así que vamos a hacer una cosa..."
Y acercándose de forma cómplice me espetó- "Vamos a mandarlo así, como que se nos ha olvidado, y cuando te llamen de Madrid, se lo cuentas a ver qué pasa".

Y en esas quedamos, con lo que yo contaba, craso error, que no me llamarían jamás y me expedirían el título. Pero hete aquí que 20 días después recibo una llamada. En un tono complaciente un funcionario me dice que, mira chavalote, que es que se te ha olvidado la compulsa y tal.

Y aquí es cuando llegó mi venganza; "Mire usted, el sentido común me dice que no es justo cobrar por un título que ustedes mismos expiden pero como el sentido común es el menos común de los sentidos, me hace el favor de mirar la Ley 30/1992, de 26 de noviembre de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común que en su artículo 35, referente a los derechos de los ciudadanos, en su punto F) indica que tenemos derecho a no presentar documentos no exigidos por las normas aplicables al procedimiento de que se trate, o que ya se encuentren en poder de la Administración actuante."

(...) unos segundos de silencio incómodo.

"Pues... bueno...vamos a dejarlo así"

Y tiempo después recibí en mi domicilio el título. Pocas veces tiene uno en la vida la oportunidad de vencer al sistema.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Caballo loco

Desde que los Reyes Magos perdieron por el camino el coche de Zorak, miraba con envidia el flamante caballo que sí habían traído al Geyperman del Séptimo de Caballería de mi hermano. Me fijaba en los caballos de las películas con esas crines al viento y ese pelaje brillante y me entraban ganas de galopar en uno.

Por eso, cuando surgió la oportunidad en Laredo, aprovechando un campamento de verano en el que estaba, no lo dudé ni un segundo; Me apunté a una excursión a caballo.

Para empezar, por la tele los caballos no huelen y aquellos sí. Y mucho. Todos llenos de moscas moviendo los músculos nerviosos, no se sabe si con el fin de espantar las moscas o porque tenían clientes a los que trasladar, empezaron a cagar alternativamente como signo de bienvenida. El olor se acrecentó.

Una vez todos en sus monturas nos pusieron en fila india y mi caballo, bien sea por animadversión con el de delante o porque era el típico "tocahuevos" comenzó a morderle la cola. El de delante, viéndose ultrajado empezó a soltar coces a quemarropa que el mío, muy hábil, esquivó y terminaron impactando en mi zapato. Hasta que en una de estas andanadas, que yo ya intuía que no iban a acabar bien, logró impactar en el hocico del mío. Se mosquea el mío después de todo el tiempo gastado en molestar, se yergue sobre sus cuartos traseros cual película de Western y sale en estampida adelantando al grupo e internándose en un pinar.

Como un Jedai en los bosques de Endor veía yo pasar los pinos y no sabía cual iba a ser peor; Si caer del caballo o que este nos estrellase a los dos contra un pino. Perdí al grupo para cuando el cabrón quiso parar y anduve cual anuncio de Terry paseando por la playa sin rumbo fijo hasta que me vinieron a rescatar.

¿Nunca más?. Pues hasta hoy que escribo este epitafio antes de subierme en uno dentro de 30 minutos. A ver que tal.