miércoles, 13 de junio de 2012

Gym 1

Curiosamente, avatares del destino, hoy en día voy al mismo gimnasio que cuando tenía 18 años. Es el mismo local pero no es el mismo dueño ni el mismo nombre por lo que me siento más veterano que ninguno. Y allí sigue mi ventana...
Cuando tenía 18 años levantaba más peso de lo que mi cuerpo prometía. Notaba yo las miradas y codazos que se daban algunos cuando levantaba pesos a pripori imposibles para mis posibilidades. Y podía rivalizar en abdominales con cualquiera.
Y ocurrió que un día, una chica nueva y de buen ver, desconocedora de las reglas no escritas, atravesó el umbral del aerobic para adentrarse en el proceloso mundo de los aparatos. Y tras unos breves segundos de estupor por nuestra parte, cada macho se dispuso a dar lo mejor de sí mismo para impresionar a la hembra en cuestión. Y yo me dejé llevar por la locura general inducida por la testosterona y me dirigí raudo a por mi fuerte; Gemelos en la prensa inclinada.
Era un aparato que servía para hacer pierna pero que cogido al revés servía para hacer gemelo. Tras un tremendo tirón inicial para poder levantar los 100kg. podía realizar gemelo subiendo y bajando los talones. La máquina estaba ocupando una columna que separaba dos ventanales que daban a un patio.
Y allí estaba yo seguro de que los 100kg. no pasarían inadvertidos para la recién llegada. Di el tirón inicial y no pude moverlos. ¿Qué pasa?. Segundo y lo mismo. ¡¡Me cagüen!!. Tercero y casi reviento.
Seguro de que no había Kriptonita cerca analicé la situación para resolver el enigma que me estaba dejando en ridículo. Alguien había desplazado la máquina de costado de tal manera que las pesas rozaban con la columna. Pues se recoloca y asunto arreglado.
Y me apoyé en el único sitio en el que podía apoyarme; La ventana. Apliqué toda mi fuerza para mover el aparato pero, caprichos de la física, cedió la parte más débil que resultó ser la ventana.
Un ventanal enorme que se vino abajo con gran estrépito con el resultado de que quedé agarrado al aparato para no caer al vacío desde un primer piso, que un gran trozo de cristal en forma de triángulo invertido quedó cimbreándose encima mío con el riesgo de haber atravesado mi cabeza en el caso de haber caído y que logré atraer la atención de la chica, de los otros usuarios y del dueño del gimnasio no sólo ese día sino todos los que le siguieron.