jueves, 29 de marzo de 2012

Huelgas generales

Hoy saldrán publicadas las irreconciliables cifras del seguimiento de la huelga por parte de gobierno y sindicatos. En realidad a nadie le importa. Y digo que a nadie le importa porque Lynce.es, la única empresa que contaba aglomeraciones, cerró hace poco porque a nadie le importaba saber cuántas personas había realmente en una manifestación. Para unos el negro siempre será negro y para otros el blanco siempre será blanco.
Para alguien con una miras más cromáticas como yo, un éxito total fue la que se hizo el 14 de Diciembre de 1988 y después de eso nada se le ha igualado. Ese día mis padres no me dejaron sacar el coche a la calle y a nadie más se lo dejaron sacar, no había coches. No hubo manera de comprar algo para merendar porque todo estaba cerrado. No es que merendásemos por costumbre. Es que a fuerza de no poder comprar nada, nos entró un hambre canina. El país estaba paralizado.
Esta y otras anteriores han sido de risa. Igual para los jóvenes ha sido la ostia, pero los veteranos tenemos que reconocer la realidad. Como la del 88 ninguna.
Para salir de la crisis no sirven ni las medidas del gobierno ni las huelgas generales. Hace falta mentalidad alemana. Suena a tópico pero lo ilustraré para que resulte entendible.
Hoy, una persona española, funcionaria de 3.000 Euros al mes que no aparece nunca por su lugar de trabajo, viene a firmar para que no le descuenten el día.
Hoy, una persona alemana, que trabaja en el mismo sitio que la española por menos dinero y viene todos los días, ha venido a trabajar porque tiene mucho trabajo pero no ha firmado la hoja porque estaba de acuerdo con la huelga y quiere que le descuenten el día de acuerdo a sus convicciones...
Luego está la huelga a la japonesa pero eso nos cae más lejos incluso.

sábado, 17 de marzo de 2012

El amor es ciego

Dieciocho años... ¡Quién los pillara!.
En esos días y de vino y gloria, me dirigía con el coche de mi padre a dejar en casa a la chica más bonita del mundo. Sí, sé que suena cursi e incluso increíble. La dopamina que segrega nuestro cuerpo nos hace andar flotando y ver guapa hasta a la duquesa de Alba, pero en este caso había una corriente popular que era de la misma opinión que yo. También cabía la posibilidad de que todos anduviesen enamorados de ella y la enajenación se hubiese tornado en epidemia, pero era una posibilidad remota.
Pues había frenado frente a su casa, con el motor encendido, sin la más mínima intención de otra cosa que no fuera dejarla con un beso de buenas noches y continuar hasta mi casa, aparcar el coche de mi padre sano y salvo en el garaje e irme a dormir. Y ocurrió que, con la puerta abierta y un pie fuera, ella se volvió, cambiando de opinión y se abalanzó sobre mi con un beso largo y apasionado.
Creí flotar. Hay veces que te pasas la vida forzando una situación y no sale y otras en cambio, sin proponérselas, salen perfectas. Trompetas y fanfarrias. No quería que acabase nunca. Estaba enamorado. Nada podía estropear ese momento...
¡Pumba!. Estruendo y sacudida. Un coche estaba encima del nuestro. ¿Será posible?. No sólo me estropean el momento sino que encima me abollan el coche de mi padre.¡Le mato!.
Un momento...¡si no hay nadie al volante!. ¿Qué está pasando?.
Todo esto es lo que mi cerebro pensó atropelladamente en décimas de segundo intentando recomponer la situación. No acertaba a entender nada. Hasta que me fijé en un dato que me sacó de mi estupor. ¡No estábamos enfrente de su casa!.
Cuando creí flotar, en realidad lo estaba haciendo de verdad. Con el motor encendido y el freno de mano sin poner, cuando el beso me sobrevino se me quedaron los ojos en blanco y el pie se me fue levantando, poco a poco del freno hasta que coche empezó a bajar la ligera cuesta y terminó golpeando a un coche estacionado.
Lo mejor, la enorme distancia que recorrimos y la estampa que debíamos tener mientras la recorríamos.

viernes, 16 de marzo de 2012

Entradas gratis

Dicen que los mejores chistes salen de la vida real.
Pues correría el verano del 85 cuando El Último de la Fila vino a Santander a dar un concierto en la plaza de toros. De aquella, no podía escuchar otra cosa que no fuese a Manolo García y Quimi Portet como años más tarde me ocurriría con Guns and Roses. Estaba loco por ir, pero mi escasa paga estaba temblando.
Vi la luz al abrir el periódico Alerta. Allí, en la esquina inferior de la hoja, habían publicado un cupón para el sorteo de un par de entradas. Presuroso me dispuse a rellenarle con mis datos cuando mi abuela me sorprendió en semejante menester.
¿Qué haces?- me preguntó.
Rellenear un cupón para ver si me tocan unas entradas para El Último de la Fila- le respondí yo.
¡Ay, hijo!, Ya te las pago yo que desde ahí atrás no vas a ver nada.

martes, 13 de marzo de 2012

Tocado y hundido

Una de las cosas buenas de trabajar a turnos es poder ir al gimnasio por la mañana. Por la tarde el nivel de olor a axila, fruto del esfuerzo espartano, se torna insufrible.
El gimnasio por la mañana es otra cosa. Está plagado de señoras ociosas y jubilados. No es que los jubilados no estén ociosos, pero lo están desde hace poco. Se han ganado un merecido descanso y pululan por el gimnasio más para observar, como si de una obra pública se tratase, que por mantenerse en forma. Además ahorran. Los veinte euros de la tarifa de jubilado son la mejor inversión de la historia. Ahorran en agua caliente y periódico como mínimo.
Otra cosa son las señoras ociosas. Aparcan su carrazo en la puerta y se meten a remojo en el spa. Deberían estar aburridas de no haber hecho nada en su vida pero no es así. Están orgullosas. Y con el calor del agua, se esponjan y piensan en voz alta...
"¡Esto es vida!. Cualquier cosa menos trabajar. Porque esta gente, encima de tener que ir a trabajar, tienen que dar las gracias."
Oído, tocado y hundido.