sábado, 17 de marzo de 2012

El amor es ciego

Dieciocho años... ¡Quién los pillara!.
En esos días y de vino y gloria, me dirigía con el coche de mi padre a dejar en casa a la chica más bonita del mundo. Sí, sé que suena cursi e incluso increíble. La dopamina que segrega nuestro cuerpo nos hace andar flotando y ver guapa hasta a la duquesa de Alba, pero en este caso había una corriente popular que era de la misma opinión que yo. También cabía la posibilidad de que todos anduviesen enamorados de ella y la enajenación se hubiese tornado en epidemia, pero era una posibilidad remota.
Pues había frenado frente a su casa, con el motor encendido, sin la más mínima intención de otra cosa que no fuera dejarla con un beso de buenas noches y continuar hasta mi casa, aparcar el coche de mi padre sano y salvo en el garaje e irme a dormir. Y ocurrió que, con la puerta abierta y un pie fuera, ella se volvió, cambiando de opinión y se abalanzó sobre mi con un beso largo y apasionado.
Creí flotar. Hay veces que te pasas la vida forzando una situación y no sale y otras en cambio, sin proponérselas, salen perfectas. Trompetas y fanfarrias. No quería que acabase nunca. Estaba enamorado. Nada podía estropear ese momento...
¡Pumba!. Estruendo y sacudida. Un coche estaba encima del nuestro. ¿Será posible?. No sólo me estropean el momento sino que encima me abollan el coche de mi padre.¡Le mato!.
Un momento...¡si no hay nadie al volante!. ¿Qué está pasando?.
Todo esto es lo que mi cerebro pensó atropelladamente en décimas de segundo intentando recomponer la situación. No acertaba a entender nada. Hasta que me fijé en un dato que me sacó de mi estupor. ¡No estábamos enfrente de su casa!.
Cuando creí flotar, en realidad lo estaba haciendo de verdad. Con el motor encendido y el freno de mano sin poner, cuando el beso me sobrevino se me quedaron los ojos en blanco y el pie se me fue levantando, poco a poco del freno hasta que coche empezó a bajar la ligera cuesta y terminó golpeando a un coche estacionado.
Lo mejor, la enorme distancia que recorrimos y la estampa que debíamos tener mientras la recorríamos.

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