martes, 13 de marzo de 2012

Tocado y hundido

Una de las cosas buenas de trabajar a turnos es poder ir al gimnasio por la mañana. Por la tarde el nivel de olor a axila, fruto del esfuerzo espartano, se torna insufrible.
El gimnasio por la mañana es otra cosa. Está plagado de señoras ociosas y jubilados. No es que los jubilados no estén ociosos, pero lo están desde hace poco. Se han ganado un merecido descanso y pululan por el gimnasio más para observar, como si de una obra pública se tratase, que por mantenerse en forma. Además ahorran. Los veinte euros de la tarifa de jubilado son la mejor inversión de la historia. Ahorran en agua caliente y periódico como mínimo.
Otra cosa son las señoras ociosas. Aparcan su carrazo en la puerta y se meten a remojo en el spa. Deberían estar aburridas de no haber hecho nada en su vida pero no es así. Están orgullosas. Y con el calor del agua, se esponjan y piensan en voz alta...
"¡Esto es vida!. Cualquier cosa menos trabajar. Porque esta gente, encima de tener que ir a trabajar, tienen que dar las gracias."
Oído, tocado y hundido.

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