jueves, 23 de agosto de 2012

Reacción en cadena

Tenía yo un baño para nada desfasado, si acaso desactualizado. Vamos, que no era de los que salen en las pinturas de Antonio López. De hecho tenía un inodoro de diseño y ahí empezó el problema.

Mi sobrino, el día de autos, se le cayó la tapa del inodoro en vez de posarla suavemente. Aparte del lógico ruido no pareció haber ocurrido nada, lo que no era raro pues en la caja decía que resistía el peso de un elefante. El caso es que en cuanto me senté noté yo un mordisco en mi nalga y tras varios mordiscos descubrí una microfisura que dejaba de ser tal cuando sentía mi peso encima. Tras varios mordiscos, que estaban afectando a mi tracto intestinal, llamamos al seguro.

El del seguro vino y dijo que ya no se hacían tapas para ese inodoro por lo que había que cambiarlo entero. Con gran pena por los muchos ratos compartidos trajeron otro inodoro con amortiguador de tapa para evitar que se repitiera el accidente. Este era un poco más ancho por lo que hubo que taladrar el suelo para ajustar los anclajes. Y aquí pareció que acababa todo. Nada más lejos de la realidad.

Los vecinos de abajo llamaron porque les caía agua. Al taladrar el suelo habían perforado una tubería por lo que había que picar para solucionar el problema. Ahora había un agujero en el suelo y tampoco había azulejos igual que los míos. Así que el seguro se comprometió a cambiar los azulejos del baño por un importe máximo de 2.000 euros.

Vinieron todos los gremios de la profesión incluido el mamparero, que yo desconocía y confundía con el noble arte de dirigir el miembro viril de los caballos hasta su destino final, y que sólo puso los dos tornillos de la mampara.

Ahora hay baño nuevo por azar pero viendo tal y como está el país no dudo de que haya azares forzados que encarezcan la póliza de los honestos.

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