domingo, 20 de enero de 2013

The early bird gets the worm

Así le dicen los anglosajones al dicho nuestro de " a quien madruga, Dios le ayuda". Y eso no es del todo cierto.

Corría el año 92 cuando España tiró la casa por la ventana organizando unos Juegos Olímpicos y una Exposición Universal. Que los catalanes lo bordasen no sorprendía a nadie pero que lo hiciesen los Sevillanos era un descubrimiento. El recinto estaba situado en la isla de La Cartuja, en mitad del río Guadalquivir, y disponía de numerosas entradas.

Había infinidad de pabellones, los más pertenecientes a países y los menos a compañías. Entre estos últimos sobresalía el de Fujitsu. Sobre su cine semiesférico se proyectaba una película en tres dimensiones que necesitaba de unas aparatosas gafas para poder ser vista. Ni decir tiene que era uno de los más solicitados. El sistema era ponerse en una fila para que te diesen un pase, por lo que era clave madrugar.

Y allí estábamos, la que por entonces era mi novia y yo, a primerísima hora. La dejé la mochila y en cuanto pasé el control de seguridad eché a correr tan rápido como pude.

Aquello era una locura. De todos lados corría la gente como histéricos en pos de mi mismo objetivo. A mi diestra alguien saltó un banco con la intención de atajar y lo que logró fue dejar los piños en Sevilla, pues calculó mal y trabó la puntera del pie trasero en el banco. Uno menos. Por mi siniestra me adelantó otro con una velocidad tal que yo pareciera parado. Mi depresión se disipó poco más adelante cuando la gacela paró en seco a vomitar el desayuno. Otro menos.

Pero a medida que me acercaba al final de la fila esta se alejaba de mi a la misma velocidad. Corredores venidos de todas las puertas formaban la fila tan rápido que esta estuvo corriendo delante mío durante interminables metros mientras torcía a la izquierda para más tarde volver a hacerlo y volver por la calle paralela.

Y en estas venía mi novia con la mochila paseando tranquilamente cuando la fila la engulló consiguiendo un puesto en la misma mientras yo me había rendido exahusto seguro de no tener entradas. Y hete aquí que sí las tuve pero no por mucho madrugar y correr, sino por tener una novia que estaba paseando por el lugar correcto.

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